miércoles, 2 de mayo de 2018

El síndrome del runner añejo

Sitúate temporalmente hace 25/30 años y hazte la siguiente pregunta: ¿cuántas personas conocías que corrían? Posiblemente digas que una o ninguna. Compara la respuesta con la que darías hoy en día. Sí, hace 30 años no corría ni Dios, los pocos que lo hacían eran un grupo selecto, una rara avis que como animal en peligro de extinción era casi imposible de ver. Las calles eran de su exclusividad,  cuando se cruzaban dos miembros de su exclusiva especie se saludaban con una especie de guiño cómplice como lo harían dos miembros de alguna secta masónica supersecreta. Se caracterizaban por camisetas sudadas de algodón, zapatillas con las que hoy no te aconsejan ni ir a comprar el pan, pelazos y bigotazos...

Pero estamos en 2018, la misma pregunta, distinta respuesta. Hoy corre mucha gente. El running se ha convertido en un fenómeno popular. El estereotipo es totalmente distinto: reloj GPS, auriculares minúsculos y bluetooth, ropa colorida, zapatillas caras, gafas de sol ligeras... Ahora las calles ya no son de unos pocos, en ellas cohabitan los que corren, los ciclistas, los que pasean... El runner viejo o runner añejo en este caso que me ocupa sigue corriendo, lo lleva en la sangre, pero ya no es una especie única, ya no se siente dueño de las calles, ahora le pasan por todos lados. El runner añejo alardeaba en las cenas de amigos o con su cuñado por Navidad de la distancia que corría, era una especie de súperhombre con una capacidad única, dejaba a todos atónitos. Ahora no, ya en esas cenas muchos son runners también, y si alardeas de maratones igual algún otro tiene mejores marcas que tú o te minimizan al saber que no haces ultramaratones. 

El runner añejo ha perdido su status, le enerva que ahora todo el mundo corra, hasta su vecina del tercero, que tiene algo de sobrepeso, ya presume en las RRSS de haber acabado algún 10K y tiene en mente hacer una media. Otra cosa que le enfurece son los entrenadores personales que pululan nuestros parques. Él nunca necesitó nada de eso, ni relojes ni material caro...Un par de zapatillas y algo que ponerte encima era toda la indumentaria que necesitaba. Por eso el runner añejo no presume en RRSS de sus tiradas o carreras a las que va, detesta a esa gente, se inventa excusas baratas para criticar a quienes sí lo hacen. Lo llama postureo, pero luego son los primeros que te ponen la foto de la cerveza en la playa con el título de: "aquí sufriendo".

Pero no todo está perdido amigos, muchos han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, han comprendido que toda esa experiencia y sabiduría sirve para ayudar a los novatos. Entienden que una población que corre es una población con personas más sanas. Se alegran de que haya más gente que corre e incluso forman grupos con otros corredores. Ya no están solos en un desierto de calles y avenidas.

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